sábado, 16 de marzo de 2019

MORIR

Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaban a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminate que para mí se había acabado la fiesta. "Eres el único que no puede irse", me dijo. Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos.

Tomado del libro: Doce cuentos peregrinos de Gabriel García Marquez (1992).

Descansa en paz Fernando C.

A VECES...CUANDO ESTOY INSPIRADO








viernes, 15 de marzo de 2019

AMAR: PLEGARIA DEL ADOLESCENTE

Yo quisiera amar, Señor;
tengo necesidad de amar.
Todo mi ser no es más que deseo;
mi corazón,
mi cuerpo,
se inclina en la noche hacia
algo desconocido a quien amar.
Mi brazos baten al aire y yo no puedo asirme de un objeto de mi amor.
Soy solo y quisiera ser dos.
Hablo y nadie está ahí para escucharme.
Vivo y nadie esta ahí para recoger mi vida.
¿Por qué ser rico y no tener a nadie a quien enriquecer?
¿De dónde viene este amor?
¿A dónde va?
Quisiera amar, Señor;
tengo necesidad de amar.
He aqui esta noche, Señor, todo mi amor baldío.


Escucha, hijo mío,
párate y has en silencio un largo peregrinaje hasta el fondo de tu corazón.
Camina a lo largo de tu amor tan nuevo, de la misma manera
que se remonta el río para encontrar la fuente,
y en el comienzo de todo, en el fondo de todo, en el infinito 
misterio de tu alma atormentada, es a Mí a quien encontrarás,
ya que yo me llamo Amor, hijo mío,
y desde siempre que no he sido sino amor,
y el amor está en ti.

Soy Yo quien te ha hecho para amar,
para amar eternamente;
y tu amor pasará por quien será otro tú mismo.
Es la que tú buscas;
Estáte tranquilo, que ella esta en tu camino,
en camino desde siempre,
en el camino de Mi amor.
Hay que esperar su paso,
ella se acerca,
tú te acercas,
se reconocerán,
ya que Yo he hecho su cuerpo para ti. Yo he hecho el tuyo para ella.
Yo he hecho tu corazón para ella. Yo he hecho el suyo para ti,
y ustedes se buscan en la noche,
en Mí noche, que se convertirá en luz si me tienen confianza.

Guárdate para ella, hijo mío, 
como ella se guarda para ti.
Yo les guardaré el uno para el otro,
ya que tú tienes hambre de amor, Yo te ofrezco a 
tus hermanos para que los ames.
Créeme, el amor el un largo aprendizaje,
y no hay varias clases de amor:
amar es siempre dejarse llevar para ir a los demás


Tomado del libro:Amor, el Diario de Daniel del autor Michel Quoist (1975)
 


jueves, 14 de marzo de 2019

¿LA ENCONTRÉ?


¿La encontré?
Luego de tanto tiempo el destino había de realizar nuevamente una jugada magistral: en un día como todos la puso en mi camino; era un poco difícil de creer, pero finalmente había encontrado a alguien que tenía el mismo don…sabía escuchar. 

Las conversaciones parecían interminables por momentos, cada pregunta que me hacía me obligaba a retroceder en el tiempo y recordar momentos e incluso revivir emociones que tenía guardadas en mi corazón. Cuando traigo a mi memoria aquellos instantes me resulta casi imposible no dibujar una sonrisa en mi rostro. 

En un giro súbito y difícil de comprender su cariño se iba convirtiendo en un sentimiento mayor. Al inicio no era tan evidente, sin embargo, de a poco comencé a notar el cambio en su mirada. En cuanto a mí solamente diré que la consideraba una mujer diferente y especial que sabía escucharme como nadie hasta ese entonces. Había instantes en los cuales pretendí forzar a mi corazón a mirarla de forma diferente, pero para mi gran sorpresa aquel sentimiento mayor simplemente no brotaba a pesar de todos mis esfuerzos.

Repentinamente su salud se quebrantó y aquella dolencia a la cual había vencido años atrás estaba de vuelta. En aquellos días nuestros encuentros habían disminuido considerablemente y alguien más había llegado a su vida. A pesar de ello, el afecto permanecía vigente entre ambos, aunque las circunstancias habían cambiado de manera casi irreversible. 

Creo que difícilmente podré olvidar aquel día cuando recibí la terrible llamada de que su dolencia la había vencido y que no la iba a volver a ver. La noticia de su fallecimiento quebrantó toda mi alma. En algún momento me creí culpable por no haber podido responder de la misma manera al afecto que ella sentía por mí.

Te veo en el Cielo.